sábado, 25 de agosto de 2018

Fundación de Guadalupe

Guadalupe enclavada en el corazón del valle del Jequetepeque, siempre estará relacionada a la Virgen de Guadalupe.
La ciudad de Guadalupe como todos saben fue fundada por el capitán español Francisco Perez de Lezcano el 15 de abril de 1550.
Para comenzar por la historia de la ciudad de Guadalupe iniciaremos por la llegada de Francisco Perez de Lescano al Perú.
Conquistado el Perú por Francisco Pizarro y sus hombres, fueron dados en feudos varios pueblos del valle del Jequetepeque al capitán Francisco Perez Lezcano, que en 1531 entrara con Pizarro en Cajamarca y despues vivio con su familia en Trujillo.
El corregidor de esta ciudad quería perderle; y aprovechando la sospecha de ser Lezcano culpable de unos pasquines ofensivos, que cada amanecer aparecían en las puertas principales de Trujillo, lo condenó a una muerte que hubiera llegado, a no salvarle la Virgen de Guadalupe, quien, en la mañana de su ejecución, hizo descubrir al culpable: un clérigo por nombre Pajalarga, que huyó y en el río Chagres fue devorado por un caimán.
Lezcano con su mujer Luisa de Mendoza, peregrinando al santuario de La Virgen de Guadalupe en España, logró el permiso de los monjes para hacer una réplica y llevarla al Perú.
Envuelta entre bocados y metida en un baúl (6), salió de España, desembarcando en el hoy puerto de Chérrepe, donde la virgen calmó furiosas olas que suben en montes y bajan en toros, arrepintiéndose unas a otras, en decir del padre Calancha. Era el año l560 (7).
Lezcano puso provisionalmente la efigie en una rústica capilla de su huerto en Chérrepe; y aunque no hay plena concordancia entre los autores en torno a las capillas y templos varios que ha tenido la imagen hasta hoy.
Paréceme que antes de entregar Lezcano la Virgen a los agustinos para su cuidado, la tuvo en un segundo templo en su finca de Chérrepe Viejo, que hemos podido visitar en compañía de don Luis Lostaunau, admirando considerables restos de tapial y pinturas en el enterrado zócalo de esta capilla, que fue de una nave y medía casi 25 metros de largo (8).
En julio de l563 entregaba Lezcano la imagen de Guadalupe y buen solar para edificarle templo digno y un convento adjunto, al provincial de los agustinos, padre Cepeda, y al superior de Trujillo, padre san Pedro. Y después de salvar un pleito, promovido por los curas limítrofes de Lloc, Mocupe y Chérrepe, y apoyado por el obispo -a quienes interesaba aquella fundación y, por evitar la hicieran los frailes, proponían colocar la imagen en la catedral de Trujillo-, en l565 se comenzó el tercer templo, en el valle de Jequetepeque, a los pies del solitario cerro Namul. De esta iglesia y del adjunto convento agustiniano quedan restos.
Aunque reducidos, después del incendio que los destruyó. (El padre San José supone incendiado el segundo templo, no éste, o. c. p. l70). Con la virgen marchó el pueblo- que desde el siglo XVI se llama, como en Extremadura, Guadalupe-, refugiándose alrededor del cuarto ejemplo, levantado por los agustinos con su adjunto gran monasterio, capaz para 50 religiosos, y una hospedería para los peregrinos, igual que la tuviera el anterior; pero también éstos sucumbieron en l6l9, bajo el fuerte trepidar de un terremoto.
Por fin, el padre Hernando de la Barrera dio comienzo al último y definitivo santuario, a pocos metros del anterior, construido con cal y ladrillo, con dos espaciosos claustros para convento de estudios, y un templo esbelto y bien decorado; los mismos que hoy subsisten, aunque reformada su iglesia y sin monjes el cenobio.
La importancia del santuario de Guadalupe en Pacasmayo fue grande, como templo marial y como casa de frailes. La Virgen mostróse allí tan milagrosa, que su fama cruzó fronteras y se extendió por los contornos, contándose entre sus prodigios- narrados por el casi contemporáneo padre Calancha- el obrado con el virrey del Perú, Alvarez de Toledo, cuando en l568 navegaba rumbo al Callao, y en Cabo Blanco una tempestad amenazó con echar a pique sus cuatro naves. Tan agradecido quedó a la Señora de Guadalupe- que en España ya había visitado-, que desembarcando en Paita, peregrinó al templo de Pacasmayo, mandó celebrar varias novenas y nombró a la Virgen protectora de la Real Armada del Perú. Y al año siguiente dio en feudo al santuario los pueblos de Lloc, Jequetepeque, Chérrepe, Mocupe y Chepén.
Copiando la tradiciones del santuario de Extremadura, en Guadalupe de Perú fue costumbre celebrar sus fiestas anuales de diciembre con una lucida feria, a la que concurrían varios miles de peregrinos y llegaban comerciantes hasta de centroamérica, en decir del padre Calancha (9). Era ruta de peregrinaje a la vera del camino colonial costero y varios virreyes lo visitaron.
Como monasterio de agustinos, Guadalupe del norte de Perú ha tenido destacada importancia en el seno de la orden. Fue noviciado y casa de estudios hasta que en 1826 salieron de allí sus frailes en virtud de una ley de supresión de conventos, decretada por el general Sucre. Con este santuario estuvo muy ligado el singular devoto de la Virgen extremeña y obispo de Quito, fray Solís, que intervino en la fundación del primer convento y allí deseó acabar sus días, aunque no le fue posible.
Sin embargo de que el culto a la Virgen no se apagó y hoy revive con pujanza, la tónica de los agustinos sí debía ser baja cuando en 1752 el obispo de Trujillo les quitó la parroquia ajena al templo y les prohibió tener pila bautismal, intentando despojarles también del santuario; dando todo ello motivo - en 1785 - a un pleito entre la orden y la mitra, cuyo resultado fue una real cédula, fechada en 1794, que ordena se entreguen al párroco de Chepén, don Nicolás López de Barrena, la iglesia, imagen, alhajas, etc.., de Guadalupe. Pero ante la reclamación del definitorio de la congregación agustiniana en el Perú, el Consejo de Indias logró que el rey diera orden en contrario por nueva cédula de 1796. Poco después, el nuevo prior de Guadalupe, padre Terhón (1797-1801 ), intentaba restaurar el templo (10).
En sus tiempos de esplendor visitó el santuario de Pacasmayo el monje guadalupense fray Diego de Ocaña, cuando en septiembre de 1599 cruzaba los arenales desde Paita a Lima.
Y en sus relaciones del viaje, nos cuenta que allí se hospedó, aunque no le atendieron muy bien.
Por allí anduvo, asimismo, el fraile jerónimo padre Pedro del Puerto 1613, ofreciéndonos con mucho desenfado la impresión que le causó el santuario y sus religiosos agustinos: "En los llanos de Trujillo y Peña, viniendo caminando a Lima, hallé un convento de Religiosos Agustinos grande en edificio y número de frailes. Hize jornada allí aunque no pose en su casa. Llamase Guadalupe porque tienen una imagen con este título. Llegué al convento y pocos o ningunos conocieron el hábito. Preguntome el Prior que de que Orden era, díxiselo, y estuvo el casso de manera que comenzó a decir quam pobre está la tierra. Pregúntele quien havía puesto allí aquella imagen y dádole título de Guadalupe; comenzó ha titubear, alborotose, acudieron frayles ha verme de pies a cabeza y yo me arrenpenti muchas veces, e ser curioso, sin tener papeles y recaudos. Procuré una imagen de las que dan a todo el mundo que va allí la cual traigo para que la vean V.P.- Lo cierto es que las limosnas que hay, pocas o muchas, por aqulla comarca, ellos las recogen y no conocen otros religiosos de Guadalupe sino los frayles Agustinos de los llanos donde está la imagen que e dicho" (Relación ms. del viaje de fray Pedro del Puerto, existente en el archivo del monasterio extremeño de Guadalupe). Aunque las reformas agrarias implantadas en el S. XIX , con ocasión de construirse Perú en nación autónoma, arrebataron al templo del Guadalupe sus tierras, hasta entonces sabemos que fue propietario de pingües fincas, que más que al santuario beneficiaron al convento y a sus frailes. En 1601 habíale dado el cacique de Moro-Moro, Francisco Chepén, 3.500 varas de tierra para una capellanía, y al morir dejó al templo todos sus bienes. Y entre las propiedades que enumera Villarejo en su citada obra, figuran siete fincas con una renta anual de 3.637 pesos. Todo ello y las joyas de la imagen -que por su riqueza era llamada Virgen de los peruleros- se perdió en el siglo XIX. Al ser expulsados los Agustinos, el templo quedó a cargo de la mitra, como parroquia, y el convento fue desmembrado pasando un claustro -el más pequeño y hoy mejor conservado- a propiedad particular. En fecha cercana sufrió la iglesia una reforma poco afortunada, sustituyendo los altares del siglo XVII por otros modernos y deshaciendo el retablo mayor para ofrecernos el actual, sin interés artístico alguno. En nuestros días ha experimentado un notable resurgimiento la devoción a este santuario, a raíz de ser coronada la imagen , el 24 de octubre de 1954, como patrona de los pueblos norperuanos.En el 2004 se conmemoró a lo grande los 50 años de la coronación canónica, LA VIRGEN DE GUADALUPE visitó las diferentes comunidades del valle del Jequetepeque, acompañados por sus devotos.

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